La ortodoncia no solo cumple una función estética al alinear los dientes y mejorar la sonrisa, sino que tiene una relevancia profunda en la salud bucodental y general del individuo. Su objetivo principal es corregir alteraciones en la posición de los dientes y en la relación entre las arcadas dentarias, lo que repercute directamente en la función masticatoria, la higiene oral, la fonación y hasta en la postura corporal. Por ello, los beneficios de la ortodoncia trascienden lo puramente visual, convirtiéndose en un tratamiento integral que mejora la calidad de vida de quien la recibe.
Uno de los beneficios más significativos de la ortodoncia es la mejora de la función masticatoria. Cuando los dientes están correctamente alineados, el proceso de trituración de los alimentos se realiza de manera más eficiente, lo que facilita la digestión y reduce el estrés en la articulación temporomandibular (ATM). Las maloclusiones, como las mordidas cruzadas, abiertas o profundas, pueden provocar un desgaste irregular de los dientes y sobrecargar determinados músculos de la mandíbula, generando dolor, inflamación e incluso cefaleas. Corregir estos desequilibrios mediante un tratamiento ortodóncico contribuye a restablecer una función equilibrada y a prevenir trastornos articulares en el futuro.
Otro aspecto fundamental es la facilitación de la higiene bucal. Los dientes apiñados o mal posicionados crean zonas de difícil acceso para el cepillo y el hilo dental, lo que favorece la acumulación de placa bacteriana y sarro. Esto incrementa el riesgo de caries, halitosis y enfermedades periodontales como la gingivitis o la periodontitis. Al alinear correctamente los dientes, la ortodoncia mejora la accesibilidad durante la limpieza diaria y, por tanto, contribuye a mantener una boca más sana. La prevención de la enfermedad periodontal es especialmente importante, ya que las infecciones de las encías no solo afectan a la estructura dental, sino que pueden tener repercusiones sistémicas, vinculándose con afecciones cardiovasculares, diabetes o partos prematuros.
El tratamiento ortodóncico también tiene una repercusión positiva en la fonación y la respiración. Las alteraciones en la posición dental o en la relación entre el maxilar superior y la mandíbula pueden interferir en la pronunciación de determinados sonidos o favorecer hábitos disfuncionales como la respiración bucal. Este tipo de respiración, además de afectar la calidad del sueño y la oxigenación, puede alterar el desarrollo facial y generar sequedad oral, aumentando el riesgo de infecciones. Al corregir la mordida y favorecer una adecuada relación entre estructuras orofaciales, la ortodoncia ayuda a normalizar la respiración nasal y a mejorar la articulación del lenguaje, especialmente en pacientes jóvenes en etapa de crecimiento.
Otro beneficio relevante es la prevención del desgaste dental, puesto que cuando la mordida no está equilibrada, algunos dientes soportan más carga de la necesaria, lo que puede provocar fracturas, microfisuras o desgaste prematuro del esmalte, tal y como nos apunta el odontólogo Ricardo Zanela de la Clínica dental Smile Line. Según él, a largo plazo, esto compromete la estructura de las piezas dentales y puede requerir tratamientos restauradores complejos. La ortodoncia distribuye de manera uniforme las fuerzas oclusales, evitando daños estructurales y prolongando la vida útil de los dientes naturales.
No menos importante es el impacto psicológico y emocional del tratamiento ortodóncico, dado que una sonrisa armónica y alineada mejora la autoestima y la confianza social. Las personas que se sienten seguras con su apariencia tienden a mostrarse más abiertas, sonrientes y comunicativas, lo que repercute positivamente en su bienestar mental. Este componente psicológico, aunque intangible, forma parte esencial de la salud integral, pues la salud bucodental influye directamente en la percepción de uno mismo y en las relaciones interpersonales.
¿Cuál es la mejor edad para llevar a cabo tratamientos de ortodoncia?
La mejor edad para iniciar un tratamiento de ortodoncia depende del tipo de problema que se quiera corregir y del desarrollo dental y óseo de cada paciente. Sin embargo, los especialistas coinciden en que la etapa ideal para la primera evaluación ortodóncica es alrededor de los seis o siete años, cuando comienzan a erupcionar los primeros dientes permanentes y se puede observar cómo interactúan con los dientes temporales y con el crecimiento de los maxilares. En esta fase temprana, el ortodoncista puede detectar de forma precoz alteraciones en la mordida, discrepancias entre el tamaño del maxilar superior y la mandíbula, o hábitos orales perjudiciales, como la succión digital o la respiración bucal, que podrían afectar el desarrollo normal de las estructuras faciales.
En muchos casos, a esta edad no es necesario iniciar un tratamiento activo, sino simplemente realizar un seguimiento periódico. No obstante, cuando se identifican problemas de crecimiento o maloclusiones severas, puede ser recomendable iniciar una ortodoncia interceptiva o funcional. Este tipo de tratamiento se utiliza principalmente en niños en crecimiento y busca guiar el desarrollo de los huesos maxilares para prevenir problemas mayores en el futuro. Actuar en este momento es ventajoso porque los huesos son todavía maleables, lo que permite corregir desalineaciones óseas con aparatos funcionales sin recurrir posteriormente a intervenciones más complejas.
Por lo general, los tratamientos ortodóncicos más completos, que incluyen la alineación de dientes permanentes y la corrección definitiva de la mordida, se realizan durante la adolescencia, entre los 11 y los 15 años. En esta etapa, casi todos los dientes permanentes han erupcionado y el crecimiento facial aún no ha concluido, lo que ofrece un equilibrio ideal entre desarrollo óseo y estabilidad dental. Además, los adolescentes suelen adaptarse bien al uso de brackets o alineadores transparentes, y los resultados suelen ser más rápidos y estables que en etapas posteriores. Sin embargo, la ortodoncia no es exclusiva de los niños y adolescentes, ya que, en las últimas décadas, el número de pacientes adultos que recurren a tratamientos ortodóncicos ha aumentado considerablemente.