Entendiendo un poco mejor el concepto de endodoncia.

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Cuando escuchas la palabra endodoncia, probablemente te venga a la cabeza, algo que suena complejo o incluso doloroso, pero en realidad se trata de un tratamiento bastante común dentro de la odontología moderna y, curiosamente, mucho menos invasivo de lo que se suele imaginar. La endodoncia tiene una finalidad muy clara: conservar un diente que de otra manera habría que extraer. Y es que muchas veces, cuando la parte interna del diente (la llamada pulpa dental) se inflama o se infecta por culpa de una caries profunda o de un golpe fuerte, el dolor se vuelve intenso y constante, afectando incluso al descanso o la alimentación.

Lo interesante es que la endodoncia, lejos de ser un proceso complicado, sigue una secuencia muy precisa en la que cada paso está pensado para recuperar la funcionalidad y la salud del diente afectado. A lo largo de los años ha evolucionado bastante, gracias a nuevas técnicas e instrumentos que han hecho que sea un procedimiento mucho más rápido, preciso y seguro.

Por qué se necesita una endodoncia.

Antes de entrar en los detalles del procedimiento, conviene entender cuándo se recomienda una endodoncia. Normalmente, se recurre a ella cuando una caries ha avanzado tanto que alcanza la pulpa, o cuando un golpe o fractura deja el nervio dental al descubierto. A veces los síntomas son muy evidentes, como un dolor agudo al masticar o al tomar algo caliente, aunque en otros casos la molestia es más leve, pero constante, y termina afectando a la calidad de vida.

También hay situaciones en las que el diente no duele, pero la infección ya ha avanzado. En esos casos, una radiografía muestra la presencia de una lesión en el hueso que sostiene la raíz. Ahí es cuando el odontólogo determina que la mejor opción es una endodoncia, ya que así se elimina la infección y se conserva la pieza dental en lugar de extraerla. Mantener el diente natural siempre resulta más beneficioso, puesto que evita problemas de mordida o desplazamiento del resto de los dientes, que suelen aparecer cuando falta una pieza.

Los pasos de la endodoncia y cómo se vive cada uno.

Aquí es donde empieza lo interesante. Aunque a simple vista pueda parecer un tratamiento largo o complejo, la realidad es que la endodoncia está perfectamente estructurada en una serie de pasos que ayudan a que el proceso sea cómodo y predecible.

Los expertos de la clínica dental Unova explican que estos pasos son:

  • Diagnóstico: el primer paso es determinar con precisión cuál es el diente afectado y hasta qué punto ha llegado la lesión. Para ello, el profesional realiza una exploración completa y toma radiografías que permiten ver la extensión del daño en la pulpa dental. Gracias a la tecnología actual, esta etapa se ha vuelto mucho más precisa, ya que los sistemas digitales ofrecen imágenes nítidas y detalladas que ayudan a planificar el tratamiento con exactitud.
  • Anestesia local: una vez que se confirma la necesidad del procedimiento, se aplica anestesia local. Es uno de los momentos más importantes, porque garantiza que el paciente no sienta dolor durante toda la intervención. Hoy en día las técnicas anestésicas son muy positivas, de modo que la sensación durante la endodoncia se parece más a la de un empaste profundo que a algo traumático.
  • Acceso a la pulpa: cuando la zona está completamente dormida, el especialista realiza una pequeña abertura en la corona del diente, es decir, en la parte visible, para poder llegar al interior donde se encuentra la pulpa. Este acceso se hace con mucha precisión y cuidando al máximo los tejidos que rodean el diente, de manera que se mantenga su estructura intacta.
  • Eliminación de la pulpa dañada: en este punto, el profesional utiliza instrumentos muy finos y flexibles para limpiar los conductos radiculares. Aquí se retira la pulpa dental dañada y cualquier resto de tejido infectado. Es una fase delicada, porque dentro de cada raíz hay pequeños conductos que deben limpiarse completamente, y gracias a los avances actuales (como los localizadores de ápice y los sistemas rotatorios), esta parte se realiza con más rapidez y exactitud que antes.
  • Relleno y sellado de los conductos del diente: una vez que los conductos están totalmente limpios, se rellenan y sellan con un material biocompatible que evita que las bacterias vuelvan a entrar. Este material tiene además la capacidad de adaptarse a las paredes internas del conducto, creando un cierre hermético que protege al diente de nuevas infecciones.
  • Reconstrucción de la corona del diente: el último paso consiste en restaurar la parte visible del diente. Aquí el odontólogo decide si es mejor colocar un empaste o una corona, dependiendo de cuánto tejido se haya perdido. El objetivo es que el diente vuelva a tener su forma y su resistencia habitual, y que además mantenga su color natural para que se integre perfectamente con el resto de la sonrisa.

Lo curioso es que, aunque todo suene largo, la mayoría de las endodoncias se completan en una sola sesión. Y en los casos más complejos, basta con dos. Esto se debe a que las herramientas actuales dejan trabajar con una precisión que hace unos años era impensable.

Lo que se siente antes, durante y después del tratamiento.

Una de las mayores preocupaciones de los pacientes es si una endodoncia duele. La respuesta, por suerte, es que durante el procedimiento no se siente dolor alguno gracias a la anestesia local. El único momento un poco incómodo puede ser cuando se empieza a dormir la zona, pero desaparece en cuestión de segundos. Durante el tratamiento, el paciente permanece relajado, y el odontólogo va explicando lo que hace paso a paso, lo que da bastante tranquilidad.

Tras la intervención, es normal que haya una ligera sensibilidad en la zona al masticar o al tocar el diente, ya que los tejidos alrededor han estado manipulados. Esa molestia desaparece en pocos días y se puede controlar fácilmente con un analgésico suave. Lo importante es seguir las recomendaciones del profesional, evitar masticar alimentos duros durante las primeras horas y mantener una higiene adecuada para facilitar la recuperación.

Además, muchas clínicas aprovechan este momento para revisar la mordida, asegurándose de que el diente tratado encaja correctamente con los demás. Es un detalle que marca la diferencia en la comodidad posterior y evita que la pieza dental se sobrecargue.

Avances que han hecho que la endodoncia sea más sencilla.

Si algo ha cambiado la manera de realizar una endodoncia en los últimos años, ha sido la tecnología. Hoy se utilizan sistemas rotatorios que se encargan de limpiar los conductos con movimientos suaves y precisos, sin forzar la estructura del diente. También se dispone de lupas o microscopios dentales que amplían la visión del campo de trabajo, lo que ayuda a localizar todos los conductos, incluso los más finos o curvados.

A esto se suma la radiografía digital, que ofrece imágenes instantáneas y evita tener que esperar para comprobar si el conducto está completamente sellado. Gracias a estas mejoras, el tratamiento se ha vuelto más predecible, más corto y mucho más cómodo.

Por otro lado, los materiales que se utilizan para el sellado también han evolucionado. Ahora se emplean compuestos biocerámicos que, además de cerrar los conductos, favorecen la regeneración del tejido que rodea la raíz. Esto significa que el diente queda más protegido a largo plazo y con una mayor estabilidad.

Entender la endodoncia como una oportunidad para conservar el diente natural ayuda a perder el miedo a este tratamiento, ya que la mayoría de los casos se resuelven de manera rápida, indolora y con excelentes resultados estéticos.

Por qué cuidar un diente con endodoncia.

Una vez realizada la endodoncia, el diente queda completamente libre de infección, pero sigue necesitando ciertos cuidados. Aunque ya no tiene nervio, sigue cumpliendo una función esencial dentro de la boca. Es importante acudir a revisiones periódicas para comprobar que la restauración se mantiene en buen estado y que el hueso alrededor de la raíz sigue sano.

También conviene cuidar la higiene bucal con más atención, cepillando con movimientos suaves y usando hilo dental o cepillos interdentales para evitar que se acumulen bacterias cerca de la encía. Con estas rutinas, un diente tratado con endodoncia puede durar muchos años, funcionando igual que los demás y sin diferencia visible alguna.

Además, si la pieza ha sido reconstruida con una corona, es fundamental evitar morder objetos duros o usar los dientes como herramienta, ya que la presión excesiva podría afectar al sellado.

Al final, entender qué es una endodoncia cambia por completo la forma en la que la ves: deja de parecer un tratamiento temido para convertirse en una solución inteligente que te permite conservar tu propio diente, sin molestias y con resultados que duran años. El secreto está en confiar en profesionales que trabajen con precisión, expliquen cada paso con claridad y utilicen la tecnología adecuada para hacer el proceso más sencillo. Porque, al fin y al cabo, cuidar de tu sonrisa no consiste solo en tener dientes bonitos, sino en mantenerlos sanos, prácticos y tuyos. Y la endodoncia, en ese sentido, es una de las mejores aliadas que puedes tener.

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