La falta de comunicación es el principal corrosivo de las parejas.

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Dice el dicho popular que la rutina mató el amor, pero si hay un común denominador en la mayoría de parejas que se rompen, ese es la falta de comunicación entre sus miembros.

Es tan importante la comunicación en la pareja, que los psicólogos de Terapia Psi Barcelona, un gabinete de psicólogos especializados en Terapia Gestalt, que entre otros campos abordan problemas de pareja, señalan que el objetivo principal de una terapia de pareja es restablecer y mejorar la comunicación en la pareja para, desde ahí, resolver conflictos pendientes y construir una convivencia sana.

Muchas veces, cuando iniciamos una relación de pareja, se nos viene a la cabeza la imagen de nuestros abuelos. Ojalá estemos juntos toda la vida como estuvieron los “yayos”. No sé hasta qué punto, las parejas de aquella época son un referente.

Para cualquier hombre o mujer, hasta bien entrados los años 70, una de sus aspiraciones en la vida era casarse y formar una familia. Tal era la presión social que existía, que los que no seguían ese patrón eran mal vistos. Si una mujer no se casaba le llamaban “solterona” y si quien no lo hacía era el hombre, era un “viva la Virgen”. O sea, que no era un personaje de fiar.

Una vez casados, el matrimonio era indisoluble. Había que aguantar con lo que te hubiera tocado y mantener las formas de cara al exterior. No quiero decir que todos los matrimonios fueran unos desdichados, pero un matrimonio que no funcionaba era visto como un fracaso personal.

También hay que destacar, que en aquella época había, por lo general, una supeditación de la mujer a la figura del hombre. Principalmente, por la dependencia económica. La mujer no trabajaba, se quedaba en casa, cuidando a los niños. Cuando buscaba un trabajo era para entrar un complemento económico a casa. No un sueldo con el que fuera autosuficiente.

Por otro lado, al hombre se le consideraba un inútil doméstico. Si no había una mujer en casa, no era capaz de llevar una vida ordenada, no se alimentaba bien y no se arreglaba.

En estos 50 años, la sociedad ha evolucionado considerablemente. Ya no tenemos que aguantar cualquier cosa. Por eso, si decidimos vivir en pareja, la comunicación de igual a igual es un principio básico.

Un modelo social, una decisión individual.

En primer lugar, hay que partir de que formar una pareja es un acto de libertad individual. El hombre no vive en pareja por naturaleza.

Durante buena parte de la prehistoria los hombres se organizaban socialmente en clanes. Grupos de hombres y mujeres que vivían juntos para llevar una economía de subsistencia. Tal era así, que el concepto de familia no es el que tenemos en la actualidad. Los niños se cuidaban conjuntamente entre todo el clan.

Dice Frederic Engels en su libro «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado», publicado en 1884, que la familia heterosexual y patriarcal que conocemos en la actualidad surge con la aparición de la propiedad privada y la herencia. Las sociedades humanas dejan de llevar una economía de subsistencia y producen excedentes. En ese momento, aparecen hombres y grupos de hombres que se adueñan de los excedentes de producción. Necesitan, por tanto, de una descendencia a la que transmitir la riqueza acumulada, cuando llegue su muerte.

El hombre, en ese momento, deja de organizarse en clanes para hacerlo en parejas. El “Dominus”, dueño de la riqueza, necesitará emparejarse con una mujer, para que le dé un hijo varón que reciba la herencia. Esa pasa a ser la función principal de la mujer.

En el siglo XXI, la familia patriarcal que nació en la antigüedad aún queda lejos de quedar superada, pero podemos decir, que han surgido otros tipos de familias. Parejas del mismo sexo, familias monoparentales, grupo poli-amorosos, personas que han decidido vivir solas, etc. Más que nunca, formar una pareja es una decisión individual.

Efectos de la falta de comunicación en la pareja.

Vistos desde aquí, una pareja es la voluntad consciente de dos personas de compartir su vida o un segmento de ella. De ser compañeros de viaje. La falta de comunicación entre las dos partes del binomio acarrea serios problemas, que van más allá de hecho de que no compartan sus pensamientos, sentimientos y deseos. Estos son algunos efectos nefastos:

  1. Falta de empatía: La ausencia de comunicación efectiva puede llevar a la falta de comprensión y empatía, generando un distanciamiento emocional al no poder entender las necesidades y sentimientos del otro.
  2. Desconexión emocional: La falta de diálogo puede producir una desconexión emocional gradual, donde la pareja se siente distante y no comparte sus emociones. Son como dos extraños bajo el mismo techo.
  3. Incomunicación en la toma de decisiones: La falta de diálogo puede complicar la toma de decisiones compartidas, llevando a tensiones y conflictos al no abordar adecuadamente las decisiones familiares y personales.
  4. Desconfianza: La falta de transparencia en la comunicación genera desconfianza y secretos, creando un ambiente donde uno de los miembros puede sentir la necesidad de ocultar información, debilitando la confianza mutua.
  5. Aislamiento social: La escasa comunicación puede llevar al aislamiento social, donde la pareja se aleja de su entorno y relaciones externas debido a la falta de conexión y apertura emocional entre ambos.

Todo esto crea una situación en la que la vida en pareja, en lugar de ser una experiencia dichosa, se transforma en un calvario.

Posibles causas.

La revista digital La Mente es Maravillosa sitúa en prejuicios y puntos de vista personales las posibles causas de la falta de comunicación en las parejas.

Uno de ellos es darle importancia solo a los asuntos propios. Adoptar una posición narcisista, por la cual, se le resta valor al discurso de la pareja. Como si sus opiniones, deseos y sentimientos no fueran interesantes para nosotros. A veces, estar demasiado inmersos en nuestra actividad profesional o en la resolución de nuestros problemas, hace que nos olvidemos de la persona que tenemos al lado.

El miedo a la reacción del otro es un aspecto que nos cohíbe a la hora de expresarnos y que lleva a romper la comunicación en la pareja. No expresar tal opinión o tal sentimiento por miedo a ofender a la otra persona, puede resultar contraproducente. Se supone que si nuestro compañero o compañera nos quiere, como mínimo va a ser comprensivo.

Dejar pasar las cosas es otra de las manifestaciones que llevan a las parejas a romper la comunicación. Vemos que nuestro compañero ha hecho algo que no nos gusta y en lugar de hablarlo con él, le restamos importancia, esperando que los efectos desagradables desaparezcan con el tiempo, pero no lo hacen, persisten en nuestra memoria.

Esto también nos pasa con sensaciones y logros personales. ¿Para qué le voy a molestar a mi compañero contándole esto que me ha pasado? Al final llega un momento en el que no se comparte nada.

La rutina tiene repercusiones en la comunicación. Es la base sobre la que se puede levantar una paz sin principios. Cimentada en que pasen los días, uno detrás de otro, sin plantear nada nuevo o distinto, no vaya a ser que generemos un conflicto.

En la vida diaria pasamos por diferentes estados de ánimo complicados: estrés, angustia, ansiedad, etc. Quizás esos no sean los momentos más adecuados para compartir con nuestra pareja. Debemos gestionar individualmente con nuestras emociones. Nuestra pareja debe mostrar asertividad y saber esperar el momento adecuado para tratar aquello que nos preocupa. Por otro lado, nosotros no debemos olvidarnos de nuestro compañero. Él también lo pasa mal cuando no nos ve bien a nosotros.

Antídotos a la falta de comunicación.

Para que la vida en pareja sea satisfactoria no es necesario que los dos pasen todo el tiempo juntos, como si fueran hermanos siameses. Lo que sí es importante es establecer unas normas básicas de relación consensuadas libremente entre los dos.

Una cuestión clave es el respeto. Por mucha divergencia que exista en determinadas cuestiones, siempre hay que partir que la otra persona es tu compañero, que no te desea ningún mal y, por tanto, no hay que tratarlo como si fuera tu enemigo. Hay que cortar de raíz cualquier salida de tono, cualquier ataque verbal, aunque no sea malintencionado. También es importante que ninguno de los dos tome decisiones en nombre del otro, ni que recurra al chantaje. Cualquier decisión que afecte a los dos debe debatirse con tranquilidad. Buscando soluciones que sean beneficiosas para ambos.

Es interesante que cada uno de los miembros tenga su propio espacio. Que lleven adelante sus propios proyectos y cultiven sus aficiones. A los dos no les tienen que gustar las mismas cosas. Realizar actividades diferentes, cada uno por su lado, crea toda una serie de experiencias, que luego después pueden compartir con el compañero. Enriqueciendo desde la diversidad, la vida en común.

Lo más importante de todo es la calidad del tiempo que pasan juntos. Cuando la pareja está a solas, debe disfrutarlo plenamente. Realizando actividades que hagan que los dos se sientan felices y que les estimule a buscar más momentos como esos.

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