¿Crees que un ser querido necesita ayuda, pero se niega a ir a terapia? Consejos para gestionar la situación

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Si alguno de tus seres queridos está pasando por un mal momento vital, es normal que quieras ayudarle en todo lo posible. Puede que te esfuerces en hacerle pasar buenos ratos a tu lado, escuchar sus problemas o darle consejos, pero te parece que nunca es suficiente y no logras sacar a ese familiar, amigo, o pareja de la tristeza o ansiedad que le consume. Has llegado a la conclusión de que necesita ayuda profesional urgentemente, y no sabes cómo comunicárselo por miedo a ofenderle. Es muy normal tener esta preocupación, y le pasa a mucha más gente debido al fuerte estigma social vinculado a la salud mental que existe entre la población. A pesar de que las enfermedades mentales no dejan de aumentar, según una estimación realizada en el año 2019, solo el 10% de los españoles se plantea acudir a terapia alguna vez en su vida ¡Es hora de cambiar esta realidad!

Lo primero que debes hacer al abordar la situación, es concienciarte de que no es tu responsabilidad. El hecho de recibir atención psicológica es una decisión muy personal y dependerá de la voluntad de cada individuo. Lo que sí te aconsejamos es que expreses tu preocupación y brindes información sobre los beneficios de la terapia, pero nunca presiones excesivamente a nadie a hacer algo que no desea.  Antes de decir nada, examina si tu inquietud está basada en hechos reales o si, por el contrario, es fruto de un comportamiento sobreprotector hacia tus seres queridos. Determinar si alguien necesita ir al psicólogo puede ser difícil, ya que depende de muchos factores y cada persona es única, así que existe la posibilidad que te estés equivocando. Sin embargo, hay algunas señales comunes que indican cuando es el momento oportuno de que alguien reciba atención profesional.

Algunos indicios de que alguien necesita ir a terapia…

Si una persona experimenta cambios drásticos en el estado de ánimo, como tristeza intensa, irritabilidad constante, apatía, estrés o ansiedad excesiva, es muy probable que exista un problema emocional subyacente que requiera atención profesional. Lo mismo ocurre si tu compañero o compañera enfrenta muchas dificultades en sus relaciones personales, como conflictos frecuentes, problemas para establecer o mantener relaciones saludables, patrones repetitivos de comportamiento dañino o falta de habilidades de comunicación. Incluso puede pasar que la propia persona te informe de algunos síntomas preocupantes como insomnio, trastornos de alimentación, dificultades en el rendimiento, pensamientos suicidas o comportamientos de riesgo.  Si ha experimentado traumas pasados, eventos dolorosos o pérdidas significativas, es normal que consideres que el apoyo de un profesional puede servir de ayuda en su proceso de sanación y recuperación.

Qué hacer si mi compañero/a se muestra reacio a acudir a terapia

Como hemos dicho al principio, si crees que un ser querido necesita ir a terapia, pero se muestra reacio o no reconoce su problema, lo último que debes hacer es asumir un papel de salvador en su vida y convertir la necesidad de otra persona en tu responsabilidad. Recuerda que es una decisión muy personal. Partiendo de esta base, lo más importante es que escuches y llegues a comprender las razones por las que la persona se niega a ir a terapia. Evita juzgar o presionar y muestra empatía y respeto por su punto de vista.

Con mucho cuidado, proporciona información objetiva sobre los beneficios de la terapia. Para que salga de forma natural, puedes intentar contarle tu propia experiencia o la de alguna persona de vuestro entorno que haya obtenido un buen resultado de la atención psicológica. Como muchas veces el miedo nace de la vergüenza, es importante que te muestres discreto, y que hagas hincapié en la confidencialidad de los profesionales, quienes tienen la obligación de no difundir información personal. Por último, lucha contra el estigma en tus redes sociales y en tus grupos de amigos. Conciencia a tu entorno de que buscar ayuda psicológica no es un signo de debilidad, sino que es un acto inteligente que no sólo beneficia a la persona que lo padece, sino también a su alrededor.

Si has aplicado estos consejos, pero no conseguidos hacer que esa persona acuda al psicólogo por voluntad propia, es el momento de parar. Respeta su decisión, y confórmate con ofrecerle tu apoyo si en algún momento cambia de idea. Recuerda que no puedes forzar a alguien a recibir ayuda, ya que podría hacer que se sienta aún peor. Solo hay una excepción por la que tú mismo podrías encargarte de avisar a las autoridades: cuando exista la posibilidad de que esa persona ponga en peligro su propia vida o la de los demás.

Acude a terapia tú mismo/a

El especialista en psicología Rafael Sánchez Barrero nos dice que “acudir a terapia es el primer paso para afrontar ese cambio tan necesario”. Si la preocupación por tus seres queridos persiste y se convierte en un pensamiento demasiado recurrente, te aconsejamos que acudas tú mismo a terapia. Así, un profesional podrá brindarte las herramientas para aprender a gestionar una situación que te está sobrepasando y, con toda probabilidad, te ayudará a empatizar y comunicarte mejor. Sabemos que no es fácil ¡Mucha suerte y ánimo!

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